Metzinger, gracias a su talento como escritor, fue uno de los primeros en realtar las prácticas de los pintores de Montmartre, ausentes de los Salones. Así, en su artículo (Nota acerca de la pintura, 1910) explica que Braque et Picasso se habían despojado de la perspectiva tradicional y se habían tomado la libertad de girar aldedor de los objetos, lo cual le permitía hablar, por primera vez de totalidad.
Tachado de palgiario por la crítica, en 1911 decidió librarse de la influencia excesiva de los pioneros de la vanguardia y se dedicó a pintar obras más originales (La Merienda, 1911). Posteriormente comenzaría una frase más analítica, con un estudio más complejo del tema, al que presentaba bajo diferentes ángulos (La pluma amarilla, 1912). A partir de 1914-1915, mantendría este estilo de manera más simplificada (Mujer y guitarra).
Por la fragmentación de los objetos y su voluntad de mostrarlos en varias caras mediante el giro del plano visual sobre un eje, el arte Metzinger está claramente emparentado con el cubismo de los primeros tiempos (1908-1910).
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