
Tachado de palgiario por la crítica, en 1911 decidió librarse de la influencia excesiva de los pioneros de la vanguardia y se dedicó a pintar obras más originales (La Merienda, 1911). Posteriormente comenzaría una frase más analítica, con un estudio más complejo del tema, al que presentaba bajo diferentes ángulos (La pluma amarilla, 1912). A partir de 1914-1915, mantendría este estilo de manera más simplificada (Mujer y guitarra).
Por la fragmentación de los objetos y su voluntad de mostrarlos en varias caras mediante el giro del plano visual sobre un eje, el arte Metzinger está claramente emparentado con el cubismo de los primeros tiempos (1908-1910).
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